lunes, 9 de septiembre de 2013

Un perejil entre mis dientes

Recuerdo cuando era libre y no te conocía
aún no vomitabas mi cuerpo con tu presencia,
podredumbre en evolución.
A veces mi garganta,
oficina criminalística,
trata de juzgarte
pero no hay burocracia que resuelva
el sistema de tu mentira,
tu sujeto de engaño,
ni las dudas.
¿Cómo condenar a  un mediocre convencido?

Fuiste un perejil entre mis dientes
Me negué a verte y cotejar mi sonrisa
-bastaba con ver el filo de un cuchillo-.
Aunque se notara la mancha, era el amor a la fe
sino no explico mi pérdida de tiempo.

La honestidad corrió para salvarse de tu boca
¿Cómo resolver hasta dónde llega
tu discapacidad vincular?
Que no elegiste la presa, que nunca decidís
¿Qué le hace creer a un mono que no elige donde acicalarse?
Hoy renuncia el fiscal que abortó tu caso
voz del ceño que agotó la indagación
La última pregunta que hizo fue
si siempre resultó tan difícil curarse de una peste.