lunes, 9 de septiembre de 2013

Un perejil entre mis dientes

Recuerdo cuando era libre y no te conocía
aún no vomitabas mi cuerpo con tu presencia,
podredumbre en evolución.
A veces mi garganta,
oficina criminalística,
trata de juzgarte
pero no hay burocracia que resuelva
el sistema de tu mentira,
tu sujeto de engaño,
ni las dudas.
¿Cómo condenar a  un mediocre convencido?

Fuiste un perejil entre mis dientes
Me negué a verte y cotejar mi sonrisa
-bastaba con ver el filo de un cuchillo-.
Aunque se notara la mancha, era el amor a la fe
sino no explico mi pérdida de tiempo.

La honestidad corrió para salvarse de tu boca
¿Cómo resolver hasta dónde llega
tu discapacidad vincular?
Que no elegiste la presa, que nunca decidís
¿Qué le hace creer a un mono que no elige donde acicalarse?
Hoy renuncia el fiscal que abortó tu caso
voz del ceño que agotó la indagación
La última pregunta que hizo fue
si siempre resultó tan difícil curarse de una peste.

2 comentarios:

  1. Y si, la fe es obrar sin evidencia (según Vicente Luy) y concuerdo.
    Es como el amor, obrar sin evidencia, el fútbol, obrar sin evidencia, las personas que escogemos o que nos escogen o que nos importan, obrar sin puta evidencia.
    Me gustó tu blog y por eso estoy acá, te voy a seguir leyendo :)
    pd: el viernes capaz paso por (sic) a escucharte

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  2. El amor duele. Es fuego sobre el alma. La piel extraña, aún los arapos que nos dejó. A veces no hay lágrimas que limpien los recuerdos del corazón encadenado al pasado. Decidimos bien, entregamos el cuerpo envuelto en la transparencia del alma. Las mentiras nos quieren hacer complice de la muerte de un deseo.

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